Semana laboral de 4 días: ¿es posible aplicarla sin que perjudique a mi organización?

Fichap
4 min readSep 1, 2021

El debate que hoy está en boca de todos: semana laboral, ¿es más productiva?,¿cómo se implementa?

La decretada y repensada idea de “a mayor horas laborables, mayor productividad” está quedando en el pasado. ¿Por qué? Porque muchas corrientes del pensamiento social provenientes de Europa, que se han expandido actualmente por Latinoamérica, creen y presentaron en debate un nuevo concepto: la productividad del trabajador tiene muy poco- o nada- que ver con el tiempo que este emplea desarrollando su actividad remunerada.

En América Latina, Argentina es el país con más carga horaria laboral: 48 horas semanales, y en el caso de que se llegara a un acuerdo legislativo de reducir las jornadas, el desafío sería poder adaptar este cambio a todos los sectores y tipos de trabajos para no caer en la precariedad laboral y en la reducción salarial.

Hoy en día, existen dos proyectos de ley, distintos en organización pero con el mismo objetivo de reducir las jornadas laborales tanto en el ámbito público como privado.

El primer proyecto fue propuesto por la diputada del Frente de Todos y dirigente de la Asociación Bancaria, Claudia Ormaechea, quien propone una jornada laboral de un máximo de seis horas por día, y un tope de 36 horas semanales.

El segundo proyecto fue presentado por el diputado sindical del Frente de Todos y titular de CTA de los trabajadores, Hugo Yasky, quien propone una semana laboral de cuatro días.

Si trasladamos este debate al pasado, en 1926, el fabricante de vehículos Henry Ford fue el pionero en establecer los sábados y domingos como días libres para sus empleados, ya que consideraba que el descanso durante los fines de semana los convertiría en trabajadores más productivos, y se reduciría, indefectiblemente, el ausentismo. Y no se equivocó.

En la actualidad, en Nueva Zelanda existe una organización llamada “4 days week” que promueve la semana laboral de 4 días. En el año 2020, esta organización reportó que en todos los negocios, empresas y organizaciones donde implementaron esta premisa obtuvieron una experiencia muy exitosa porque apostaron por el trabajo flexible que permite aumentar la productividad, la rentabilidad, el bienestar, y un futuro más sustentable para el medioambiente.

La lista de organizaciones alrededor del mundo que han adoptado este cambio de paradigma laboral es interminable: en Nueva Zelanda, el gigante y reconocido consorcio Unilever comenzó en diciembre de 2020 un experimento de 4 días laborables a la semana que se extenderá por un año con los 81 empleados de la firma. “Las viejas formas de trabajar están obsoletas”, expresó su director Nick Bangs.

Otros ejemplos muy precisos de estos cambios desde hace más de cuatro años son: la firma británica Nicholson Search, la danesa IIh Nordic y la estadounidense Monograph.

Hasta el momento, en todo el globo terráqueo, estos desafíos fueron impulsados por firmas, empresas y organizaciones que decidieron hacerlos voluntariamente sin ningún tipo de imposición legislativa y con la única meta de buscar el resultado más beneficioso para sus compañías.

Sin embargo, los debates críticos se encuentran a la orden del día, como por ejemplo, el informe elaborado por el historiador Robert Skidelsky publicado en septiembre de 2019, donde afirma que la reducción de la jornada laboral no es un cambio “ni realista, ni deseable” y se basa en la desafortunada consecuencia que tuvo la reducción laboral en Francia en 1998: “La evidencia es que, después de un breve efecto de impacto, la legislación de Francia se volvió ampliamente ineficaz por una acumulación de excepciones y vacíos legales”, sostuvo.

En esta misma línea de pensamiento el reconocido economista especializado en mercado laboral, Jonathan Boys, afirmó que esta transformación no es la mejor alternativa: “Se ha sugerido que puede aumentar la productividad y proporcionar un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal, pero la evidencia de esto es escasa y autoseleccionada”, argumentó.

Asimismo, todo posible cambio trae consigo una serie de impactos y este caso, claramente, no sería la excepción. ¿Qué pasaría si la jornada laboral se redujera a 4 días?

Según un estudio realizado por el think tank británico “Autonomy” y la “Asociación para la Sostenibilidad y la Democracia” (Alda) de Islandia en una prueba piloto, llegaron a la conclusión de qué, se generó un aumento de la productividad y dejó conforme a los trabajadores.

Este programa piloto fue realizado con una reducción laboral de entre 35 a 36 horas semanales, involucró a 2500 personas y no se le redujo el salario a ninguna de ellas.

Sin embargo, y saliéndonos un poco del libreto de estudios y resultados científicos, este debate no es una mera casualidad. La pandemia y el aislamiento social les han enseñado a las empresas y organizaciones a repensar y analizar sus pilares de adaptación para sostener la productividad.

Es por esta razón, que crecieron las tendencias, por parte de empleadores, a velar por la salud y el bienestar de sus colaboradores para no caer en el famoso “burnout” y para otorgar mayor flexibilidad y ambiente de conciliación con estos.

Por consiguiente, antes de que los órganos legislativos promuevan legalmente este debate, es necesario sentarse a realizar un análisis de introspección para entender si, realmente, la organización se encuentra lista para afrontar, económica y estructuralmente, un cambio de tal magnitud sin perjudicar las remuneraciones de los colaboradores y sin afectar el objetivo por el cual se trabaja teniendo en cuenta que cualquier cambio que uno realice en el tablero de juego será lisa y llanamente para obtener una mayor productividad.

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